La mayor parte de las personas asocian jubilación con no hacer nada, con dejar de trabajar, con retiro. Sin embargo, la jubilación, como las vacaciones o el año sabático, consiste en cambiar de actividad, en hacer aquello que nos gusta y que no necesitamos hacer por obligación.
Las compañías de seguros y la seguridad social tienen calculado el tiempo que podemos vivir después de nuestra jubilación. Saben que la mayor parte de los hombres y de las mujeres se mueren a una determinada edad y que tienen que poder pagar las pensiones hasta ese momento. Pura estadística.
El otro día me preguntaba en qué consistiría la jubilación de alguien que nunca ha trabajado. ¿Cómo sería la jubilación de un ermitaño? ¿Y la de una persona que ha vivido de rentas toda su vida? La jubilación no necesariamente consiste en no hacer nada, en cuidar a los nietos o en pasear. La jubilación debería consistir en hacer aquello que no hemos hecho debido a nuestras obligaciones.
Primero nos metemos en una hipoteca, tenemos hijos, las vacaciones en la playa, el coche. Tenemos que trabajar en aquello que quizás no nos gusta para poder pagar. Y justamente nos jubilamos cuando los hijos se han ido de casa, la hipoteca está pagada y ya no necesitamos el coche, porque nos llevan en autobús a un Hotel de pensionistas en la playa. Y lo único que esperamos es que llegue la muerte.
He pensado que yo no quiero esto para mí. Tengo sesenta y siete años y llevo cuatro años jubilado. Y ahora estoy haciendo lo que nunca me atrevía a hacer.
¿Estoy en casa sin salir viendo la TV? ¿Me voy a pasear toda la mañana visitando todas las obras nuevas de la ciudad? ¿Me dedico por las tardes a jugar al mus con mis amigos en el Bar? ¿Asisto a todas las conferencias culturales, me importe el tema o no? La respuesta a todas estas preguntas es "no", no hago nada de eso.
¿A qué me dedico entonces? Desde muy pequeño me han interesado los soldaditos de plomo, esas pequeñas reproducciones que sirven para simular batallas. A lo largo de mi vida he coleccionado cientos de ellos. Siempre me ha interesado la historia. He leído muchos libros. Cuando me jubilé comencé a hacer algo que me había rondado siempre por mi cabeza: tener mi propio taller para hacer reproducciones a escala de soldaditos, escenarios de batallas célebres, imitaciones de uniformes, cascos y armas romanas, cartaginenses, griegas…
Y lo más curioso de todo es que este tipo de cosas tiene un gran mercado. Internet me ha abierto las puertas a poder vender en todo el mundo. Y, no sólo me hecho rico de dinero, sino que mi vida ha experimentado un cambio tan radical, soy tan feliz, me siento tan bien, que mi único dolor es no haberlo decidido hace treinta años. Estoy seguro de que si lo hubiera hecho hace treinta años, ahora no habría necesitado jubilarme, porque aquello que nos hace felices no es compatible con la jubilación. Y desde luego me moriré con las botas puestas.
Artículo publicado por Jorge Villalobos
Las compañías de seguros y la seguridad social tienen calculado el tiempo que podemos vivir después de nuestra jubilación. Saben que la mayor parte de los hombres y de las mujeres se mueren a una determinada edad y que tienen que poder pagar las pensiones hasta ese momento. Pura estadística.
El otro día me preguntaba en qué consistiría la jubilación de alguien que nunca ha trabajado. ¿Cómo sería la jubilación de un ermitaño? ¿Y la de una persona que ha vivido de rentas toda su vida? La jubilación no necesariamente consiste en no hacer nada, en cuidar a los nietos o en pasear. La jubilación debería consistir en hacer aquello que no hemos hecho debido a nuestras obligaciones.
Primero nos metemos en una hipoteca, tenemos hijos, las vacaciones en la playa, el coche. Tenemos que trabajar en aquello que quizás no nos gusta para poder pagar. Y justamente nos jubilamos cuando los hijos se han ido de casa, la hipoteca está pagada y ya no necesitamos el coche, porque nos llevan en autobús a un Hotel de pensionistas en la playa. Y lo único que esperamos es que llegue la muerte.
He pensado que yo no quiero esto para mí. Tengo sesenta y siete años y llevo cuatro años jubilado. Y ahora estoy haciendo lo que nunca me atrevía a hacer.
¿Estoy en casa sin salir viendo la TV? ¿Me voy a pasear toda la mañana visitando todas las obras nuevas de la ciudad? ¿Me dedico por las tardes a jugar al mus con mis amigos en el Bar? ¿Asisto a todas las conferencias culturales, me importe el tema o no? La respuesta a todas estas preguntas es "no", no hago nada de eso.
¿A qué me dedico entonces? Desde muy pequeño me han interesado los soldaditos de plomo, esas pequeñas reproducciones que sirven para simular batallas. A lo largo de mi vida he coleccionado cientos de ellos. Siempre me ha interesado la historia. He leído muchos libros. Cuando me jubilé comencé a hacer algo que me había rondado siempre por mi cabeza: tener mi propio taller para hacer reproducciones a escala de soldaditos, escenarios de batallas célebres, imitaciones de uniformes, cascos y armas romanas, cartaginenses, griegas…
Y lo más curioso de todo es que este tipo de cosas tiene un gran mercado. Internet me ha abierto las puertas a poder vender en todo el mundo. Y, no sólo me hecho rico de dinero, sino que mi vida ha experimentado un cambio tan radical, soy tan feliz, me siento tan bien, que mi único dolor es no haberlo decidido hace treinta años. Estoy seguro de que si lo hubiera hecho hace treinta años, ahora no habría necesitado jubilarme, porque aquello que nos hace felices no es compatible con la jubilación. Y desde luego me moriré con las botas puestas.
Artículo publicado por Jorge Villalobos
No hay comentarios:
Publicar un comentario